A Chava, “in memóriam”

             
Como sé, querido Chava,
que te gustaban mis versos,
aquí tienes mi romance
de homenaje y de recuerdo.

Sin avisar, te escapaste.
Subiste el último puerto
sin cámaras y sin motos,
sin hacer ruido, en silencio.
Nos dejaste atrás a todos
y otra vez fuiste el primero,
que, en la etapa de la vida,
con potente pedaleo,
del pelotón te fugaste
y, escalador de talento,
llegaste a la última cima,
la más alta, la del cielo.

Como en otras cosas tuyas,
fuiste muy osado y terco
y viviste muy deprisa
-no te gustaba ser lento-.
Demarraste por sorpresa,
apresurado e inquieto,
y en esta última subida
dejaste tu último aliento,
¡definitiva escapada
contra reloj, contra el tiempo!
Hoy, aquí, en este homenaje,
Me afloran muchos recuerdos.

  Aquel día de primavera
-en tu vida ya era invierno-,
cuando charlamos los dos
en nuestro último encuantro:
Me enseñaste tu chalé
orgulloso y muy contento;
me dejaste allí a mis anchas,
arriba, en tu desván lleno,
viendo tus miles de fotos,
tus maillots y tus trofeos.
Y bajaste, siempre amable,
y, haciento de cocinero,
me preparaste unos churros
para chuparse los dedos.
Luego dijiste, seguro,
muy convencido y muy serio:
-Yo, Chava, te garantizo,
te aseguro y te prometo
que volveré a ser el que era
y que triunfaré de nuevo…
¡y me harás otro romance
para glosar nuevos éxitos!

¡Ay, Jose, mi amigo Chava!
¡Ya nunca podré leértelo,
que aquel romance se queda,
para siempre, en el tintero…

¡Ay Jose, mi amigo Chava!
Ahora yo tan solo puedo,

  con una pena muy honda,
glosar tu escapada al cielo…
recordar miles de hazañas
lanzar a los cuatro vientos
tus logros y tus proezas
y decir al mundo entero:
Como ciclista, excelente.
Como persona, estupendo.
Que así eras tú, Jose, Chava:
sencillo, afable, dispuesto…

Diste muchas alegrias
y gloria y honra a tu pueblo.
En mi retina grabado
todavía muy bien recuerdo
a la banda desfilando,
a tus gentes aplaudiendo,
tu figura en el balcón
por varias veces abierto,
y cientos, cientos de vivas,
alborozo, cohetes, besos…

Tu fama, nombre y prestigio,
traspasó miles de pueblos,
y tu carisma de ídolo
lució desde tus comienzos,
que a todos en el bolsillo
pronto te fuiste metiendo…
A miles de aficionados
levantaste de su asiento,
que fuiste sobre la bici
torero, artista y maestro…

  Pero pronto, de repente,
en un triste día de invierno,
las campanas de El Barraco
tristes tañeron a muerto…
El Barraco oscureció
y se inundó de lamentos,
y del más penoso luto
se cubrió todo el pueblo.

Pero… ¡No! ¡Eso es mentira!
Tú, Chava, no estabas muerto,
sino que, en esa escapada,
en la carrera hacia el cielo,
tú saltaste por sorpresa,
quisiste ser el primero,
y otra vez fuiste hacia arriba,
en ese postrero ascenso.

Como sé, querido Chava,
que te gustaban mis versos,
te dedico este romance
de homenaje y de recuerdo.

Hasta siempre, amigo Chava.
Descansa en descanso eterno.
Deja ya de dar pedales
y espéranos… en el cielo. 

Domingo del Prado

El Barraco, 28 de enero de 2006

<< Volver